Biden cierra el año con derrota en su gran apuesta legislativa: el plan de gasto social
El presidente de EE.UU. buscará revivir con el comienzo del nuevo año su proyecto con concesiones o a golpe de decreto
El presidente de EE.UU., Joe Biden, durante un discurso acerca de su plan de gasto social
Joe Biden amaneció este sábado por primera vez en la Casa Blanca en un día de Navidad. Debajo del árbol, sin embargo, no estaba el regalo que ha perseguido desde la primavera, la pieza central de su presidencia, la gran promesa con la ... que concurrió a las elecciones del año pasado: reformas socioeconómicas y climáticas que mejoraran la vida de los estadounidenses y adaptaran el país a la lucha contra la ‘emergencia climática’.
El presidente de EE.UU. sabe desde hace una semana que encontraría carbón en lugar del plan de gasto faraónico , de 2,2 billones de dólares, para un abanico amplio de asuntos: expansión de créditos fiscales por hijos, instauración de educación preinfantil gratuita, ampliación de las coberturas de Medicare y Medicaid –los planes de salud pública para jubilados y para personas de bajos recursos–, capacidad de negociación de los precios de los fármacos, nuevas becas universitarias para jóvenes de bajos recursos, subsidios para alquiler y reforma de casas y multitud de programas energéticos para llevar la economía de la primera potencia mundial de los combustibles fósiles a las renovables.
El plan multimillonario viene asociado a un cambio profundo en el sistema fiscal, con fuertes subidas para empresas y para millonarios.
La razón por la que Biden no se anotará esta victoria tiene un nombre: Joe Manchin , un senador demócrata moderado, que el domingo pasado anunció, después de meses de negociaciones, que no podía apoyar el plan de gasto. Lo hizo de forma sorpresiva en una entrevista con Fox News –«es un no, dijo– y después cimentó su posición con comunicados y otras entrevistas: no apoyará un plan que suma billones de dólares a una deuda pública desbocada en EE.UU. –está ya en los 29 billones de dólares–, en medio de una pandemia de resolución todavía incierta, con fuertes presiones inflacionarias. Tampoco está de acuerdo con la transformación energética radical que plantean la Administración Biden y sus socios izquierdistas en el Congreso.
El senador Joe Manchin, en los pasillos del Capitolio
El plan socioclimático, el llamado ‘ Build Back Better ’ (algo así como ‘Reconstruir mejor’), ha ido adelgazando desde su proposición original en primavera , donde tenía una factura de unos seis billones de dólares. Después se redujo a 3,5 billones. Las negociaciones con Manchin y otros moderados del Congreso la ha recortado hasta los 2,2 billones, que es el texto que apoyó la Cámara de Representantes, por los pelos, el mes pasado.
En el Senado , los demócratas tienen una mayoría todavía más exigua que en la Cámara Baja y cualquier defección en sus filas (están empatados a 50 senadores con los republicanos y solo cuentan con el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris para el desempate) descarrila cualquier votación de mayoría simple. Manchin acabó por inclinar el pulgar hacia abajo y Biden se quedó sin juguete.
Una traición
Ahora, el futuro del plan de gasto es incierto. La Casa Blanca y muchos demócratas del Congreso consideran la decisión de Manchin como una traición. Pero no les queda más remedio que volver a la mesa de negociación o buscar rutas alternativas. La primera opción es la que defiende Biden. «El senador Manchin y yo vamos a conseguir aprobar algo», dijo el presidente de EE.UU. esta semana, con la bofetada del demócrata díscolo todavía caliente. Eso significa semanas y meses de nuevas negociaciones y concesiones en la línea que busca Manchin: reducir el número de partidas presupuestarias y hacer números para que duren más en el tiempo.
Es algo con lo que están de acuerdo otros demócratas moderados, como la diputada Suzan DelBene : «Al comienzo de estas negociaciones, hicimos un llamamiento para priorizar pocas cosas y que duren más, y creemos que adoptar esta estrategia podría abrir un camino hacia la aprobación de la legislación». Pero esta táctica tiene enfrente a la corriente izquierdista demócrata, que cree que ha hecho concesiones durante meses a sus planes reformistas para acabar con nada. Para Pramila Jayapal , líder del grupo progresista demócrata en el Congreso, puede haber recortes, pero nunca más allá «del marco negociado por el presidente y comprometido por los senadores Manchin y Sinema hace meses». Se refería a Krysten Sinema, otra voz díscola, esta vez sobre todo en cuestiones fiscales: se niega a las subidas de impuestos que incluye el pan para sufragarlo (algo en lo que Manchin es menos crítico).
Muchos izquierdistas, sin embargo, han perdido la confianza en poder tener a Manchin como aliado, y piden a Biden que trabaje sin él. Algunos analistas han defendido la opción de buscar apoyos en la bancada republicana, que de momento ha mostrado una oposición férrea y unánime a los planes de gasto. La opción más clara es la de Susan Collins, una republicana moderada que ha votado en ocasiones con los demócratas.
La otra vía es la ejecutiva: que Biden dé impulso a sus planes a golpe de decreto. Pero eso tiene multitud de límites, tanto en competencia presupuestaria como en la vida de cualquier acción presidencial, tan larga como la del propio presidente. Y la de Biden apunta a ser de solo cuatro años.