Un reloj de pared marca las 11:16. Se paró con la primera explosión en la casa de Alcanar (Tarragona), génesis del atentado del 17-A. Julia lideró el equipo de recogida en aquel escenario reducido a escombros. Fue ella la que sugirió rastrear cada centímetro de la parcela y, junto a su equipo, así lo hizo durante 15 largos días. Sabía cuando entraba, pero no cuándo (ni si) saldría de aquel lugar, donde había alrededor de un centenar de kilos de TATP -explosivo conocido como ‘la madre de satán’-. Y es que durante las tareas de desescombro, se produjo una nueva deflagración, que causó una veintena de heridos, entre mossos y bomberos.
Acababa de terminar un curso en Holanda sobre esta especialidad -recogida post-explosión- y propuso a su jefe ponerlo en práctica. ¿Por dónde empezar en aquel caos? Tuvo una idea: hacerse con los planos del inmueble. “Estaba destruido”, rememora la sargento del Tedax de los Mossos d’Esquadra. Con ayuda de la Policía local, sus gestiones tuvieron éxito, ya que una inmobiliaria aún conservaba, no solo los datos de distribución, sino también alguna fotografía. La búsqueda a tientas con estas indicaciones dio sus frutos, y lo que señalaba el croquis coincidía con todo aquello que iban localizando. Algunos cubiertos donde un día estuvo la cocina, el garaje donde manipularon los explosivos. “Cuando íbamos obteniendo las evidencias, veíamos que todo estaba plasmado en el plano”, rememora.
Esa búsqueda permitió sentar en el banquillo de la Audiencia Nacional a Said Ben Iazza, luego condenado a ocho años de prisión por un delito de colaboración con organización terrorista. Si Julia y su equipo no hubiesen rastreado cada palmo de los escombros de Alcanar, los investigadores nunca hubiesen sabido de la existencia de aquel joven, ahora en libertad, que trabajaba en una carnicería de Vinaròs (Valencia), y que había prestado una furgoneta y su documentación a los yihadistas. El trabajo de los Tedax también permitió recuperar documentos y la tarjeta SIM que almacenaba las imágenes de la célula de Ripoll, mientras confeccionaban chalecos explosivos. "Os vais a arrepentir de haber nacido", espetó uno de ellos a cámara.
Doce años antes, en 2005, Julia ganaba una medalla de plata en los Juegos del Mediterráneo que se celebraron en Almería. Acaba de obtener la licenciatura de Química. “Vi que no me podía dedicar a ello”, dice sobre el voleibol femenino, deporte del que era profesional. Tenía que cubrir gastos y cuando vio en la universidad un cartel que rezaba ‘Se ofrecen 1.500 plazas de mosso’, se decidió. “¿Por qué no enfocar mi carrera al ámbito policial?”. Y así lo hizo.
Entró en el Cuerpo en 2006, y tras estar destinada en Blanes (Gerona) y Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), hizo las pruebas para la unidad de desactivado de explosivos. Su entorno la apoyó - “te pega mucho”, le dijeron-, aunque no se lo contó a sus padres hasta haber aprobado. Por aquel entonces, ni ella misma sabía que en la especialidad ya había una mujer. “Era muy endogámica”, señala. Luego llegó un curso de formación de un año, y hasta hoy, que, como jefe operativa, tiene a 50 efectivos a su cargo.
La intervención de Alcanar ha sido la más importante de su carrera, -seguramente, también para el Cuerpo-, y por eso el reloj que se paró a las 11:16 ocupa una de las paredes de la zona de formación de los Tedax en Egara, cuartel general de la Policía catalana. Julia también recuerda dos servicios de desactivación que la marcaron: el aviso por una mochila sospechosa en una papelera durante la Diada de Cataluña, el 11 de septiembre de 2011, cuando se celebró una multitudinaria manifestación en Barcelona. “Saltó la alarma, porque la marcha estaba avanzando, aunque al final no fue nada, pero hasta que no lo compruebas no lo sabes”. También la retirada de artefactos de la Guerra Civil en el desván de un convento de monjas de clausura. “Solo querían que fuesen mujeres, y fuimos mi compañera y yo”, recuerda.
Tras el ascenso a cabo llegó el de sargento, que ahora ostenta, y se apartó de la operativa para gestionar el equipo y servicio de los Tedax en el territorio. Una mujer al mando de los artificieros es poco habitual. “No estamos acostumbrados, pero yo vengo de la base, de la operativa y tienen claro que trabajo para ellos”, subraya Julia.
“Espero que dentro de unas décadas, el papel de la mujer sea igual que el del hombre y que este tipo de entrevistas para hacernos más visibles no sean necesarias, porque nos verán como un igual. Ya somos un igual cuando estamos trabajando. Cuando tengo que distribuir a los efectivos no me fijo en si es un hombre o una mujer, me da igual el género”, apunta.
Sabe que la unidad de los Tedax “siempre ha sido considerada de hombres”. Cuando ella accedió, ya había una pionera, ahora son dos. “Vamos dando pasitos de hormiga, y esperamos ser referentes, que la gente vea que lo que cuenta son tus capacidades como profesional. Y, poco a poco, en las distintas promociones, esperamos que muchas más mujeres se presenten para formar parte de este área”, señala. Su horizonte, con 41 años, es “seguir creciendo profesionalmente”, en ésta u otra especialidad, no se cierra puertas.
«Que el mundo vea que las mujeres podemos hacer lo mismo y dar así el último empujón»

«Ahora los horizontes se han extendido y se ha normalizado que una persona que trabaja en la moda como modelo pueda ser mucho más que una imagen»

«La igualdad es deseable, de lo contrario estaríamos renunciando a una gran parte del talento que existe en España»
